La apuesta por el ladrillo y la creación de suelo que ha llevado al Banco de Valencia al borde de la quiebra es manifiesta a la vista de la relación de empresas asociadas a la entidad financiera, aquellas en las que mantenía una participación financiera sin implicarse directamente en la gestión.
El informe financiero del Banco de Valencia correspondiente a 2010 y remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores recoge una relación de 35 empresas asociadas a la entidad. De ellas, 24 son inmobiliarias, constituidas en sociedad con empresarios valencianos de apellidos vinculados a la construcción, como Soler, Almenar, Ballester o Batalla. Y, al menos en tres casos, con miembros del consejo de administración del propio Banco de Valencia hasta el lunes pasado, como Silvestre Segarra y Federico Michavila. También mantenía una participación en una sociedad vinculada a José Luis Quesada, quien renunció al consejo de administración el 28 de octubre, el mismo día que José Luis Olivas renunció a la presidencia. Las participaciones financieras del Banco de Valencia oscilan entre el 20% y el 40% en las 24 sociedades inmobiliarias en las que participa.
La intervención del Banco de España, que ha anunciado una inyección de 1.000 millones de euros en para recapitalizar el Banco de Valencia y la concesión de un crédito de otros 2.000 millones para garantizar su liquidez solo ha sembrado la alarma entre los propietarios de acciones. Si las acciones del Banco de Valencia cayeron el jueves algo más del 28% ayer volvieron a desplomarse otro 23%. Al cierre del mercado continuo, los títulos se intercambiaban a 41 céntimos por acción.
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